La normalización, según Cordelia Anderson, fundadora de «Sensibilidades y Servicios Preventivos», con más de 40 años de experiencia en el campo de la salud sexual y reproductiva, es el proceso mediante el cual una idea, concepto o comportamiento se acepta socialmente hasta el punto en que se percibe como algo natural o preferible. Cuando la normalización ocurre, las conductas, incluso las tóxicas, dejan de ser cuestionadas, lo que dificulta que los niños, niñas y adolescentes puedan decir «no» a actividades sexuales o comportamientos con los que no se sienten cómodos. Esto los vuelve vulnerables a la explotación sexual, ya que lo que antes se consideraba inapropiado ahora se ve como algo común.
Un ejemplo de esta normalización es el uso cada vez más generalizado de la pornografía, que ha pasado de ser algo tabú a ser de fácil acceso y gratuita. Este fenómeno afecta de manera importante las percepciones y expectativas sexuales de la gente joven, quienes, al estar expuestos a este tipo de contenidos, pueden desarrollar preferencias sexuales que parecen lógicas para ellos, pero que en realidad están siendo moldeadas por una cultura que no promueve relaciones saludables. La normalización de este tipo de contenidos no solo afecta cómo los jóvenes perciben la sexualidad, sino también cómo manejan las relaciones afectivas y los límites personales.
Un estudio reciente explica por qué los hombres tienden a consumir más contenido pornográfico que las mujeres. En una retrospectiva sobre una tesis universitaria de 2008, se encontró que el 93% de los hombres y el 62% de las mujeres veían pornografía antes de los 18 años. La edad promedio de exposición para los hombres fue de 14 años, mientras que para las mujeres fue de 15. Años más tarde, un estudio en Australia de 2017 reveló que el 85% de los hombres y el 23% de las mujeres de entre 15 y 29 años consumían pornografía diariamente o de forma semanal. Esto demuestra que, independientemente de la edad de los niños, niñas o adolescentes, es muy probable que hayan sido expuestos a contenido para adultos, ya sea accidental o intencionadamente.
La exposición temprana y frecuente a pornografía tiene un impacto en cómo los jóvenes ven las relaciones, los roles de género y el consentimiento. Al ser bombardeados con imágenes y narrativas que normalizan la violencia y la cosificación sexual, los niños, niñas y adolescentes pueden llegar a aceptar estos comportamientos como algo habitual, lo que puede complicar sus interacciones sociales y afectivas en el futuro. La normalización de la violencia en el contenido para adultos y en la cultura popular en general también contribuye a una falta de conciencia sobre lo que constituye una relación saludable y respetuosa, lo que puede influir negativamente en su bienestar emocional y psicológico.
Como padres, madres y tutores, es fundamental estar preparados para conversar con los jóvenes sobre estos temas, ofreciendo orientación, apoyo y una visión clara de lo que significa construir relaciones saludables y respetuosas. No podemos subestimar el impacto de la normalización de la violencia y la sexualización en la cultura, por lo que es vital equiparnos con herramientas y conocimientos para enfrentar esta realidad y proteger el bienestar de nuestros hijos.
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